jueves, 15 de octubre de 2009

miércoles, 14 de octubre de 2009

SENTIMIENTO ALIANCISTA

ALIANZA LIMA Y EL SEÑOR DE LOS MILAGROS



Cuenta la historia que, a mediados del siglo XVII, un negro angola pintó sobre una humilde pared de adobe la imagen de Cristo crucificado. En Lima vivían entonces algunas centenas de negros esclavos traídos del África Occidental. Uno de ellos, embargado por un profundo sentimiento de fe y devoción, inició una tradición que se fortaleció con el paso de los años: la adoración al Cristo de Pachacamilla. Era en ese lugar, Pachacamilla -hoy asiento del Monasterio de las Nazarenas-, donde vivían los negros angolas agrupados en cofradías. El terremoto que azotó Lima en noviembre de 1655 obligó a abandonar sus viviendas, destruidas por el terrible sismo. Milagrosamente sólo quedó en pie, intacta, la imagen del Cristo en la cruz EI hecho no pasó desapercibido, pero fue prontamente olvidado. Las extenuantes jornadas de trabajo a las que eran sometidos los negros angolas se reiniciaron apenas fueron reubicados en otro lugar, quedando abandonada la solitaria imagen en medio de la destrucción del lugar.


Algunos años después, en 1670, Antonio León, hombre sencillo y enfermo, descubrió la imagen. Improvisó una ermita alrededor de ella y Ie imploró que acabara con sus tormentos. EI Cristo de Pachacamilla obró un nuevo milagro: León recuperó la salud -antes había sido desahuciado por los médicos debido a un tumor cerebral-. En poco tiempo el culto creció, sobre todo entre los vecinos humildes de la zona, que llevaban modestas flores, tocaban la sagrada imagen para recibir su bendición y elevaban oraciones al Señor. Tres siglos después, los jugadores de Alianza repiten el rito antes de cada partido, antes de cada entrenamiento. ALIANZA, BLANCO Y MORADO La devoción por el Señor de los milagros -ahora extendida a nivel internacional – ha sido uno de los signos distintivos de la comunidad negra en el Perú. Una numerosa hermandad morena cuida su imagen y mantiene viva la tradición que hace de octubre el mes morado, color tradicional del culto desde que una de sus principales devotas, Sor Antonia del Espíritu Santo, vistiera túnica morada en 1677. EI Cristo de Pachacamilla está presente en las manifestaciones culturales afro peruanas, en su música, en sus fiestas, y por supuesto, en Alianza Lima. La historia oral nos dice que fue el Chino Pepe Carrión, utilero del equipo, quien llevó la imagen del Cristo moreno al club. Él habría sido quien inició a los jugadores íntimos en la práctica de rezarle al Señor de los Milagros antes de los partidos, ingresar con las imágenes a los vestuarios, tocarlas y besarlas con devoción, prenderles velas, acompañar la procesión, vestir los colores morado y blanco durante los meses de octubre. El Chino Pepe cuenta la historia: "En los años cincuenta Alianza Lima tenía contrato con una firma que Ie fabricaba los uniformes, pero el club siempre Ie debía dinero. Se acercaba un partido ante el Deportivo Municipal y no había plata para las camisetas, entonces yo, como paraba en el Monasterio de las Nazarenas -porque desde niño he sido acólito, luego misturero y después patrón de andas del Señor de los Milagros-, tenía unas telas moradas de los hábitos. Llevé esas telas para que hicieran las camisetas; total, eI morado se parece al azul, entonces agarre y Ie puse chompa morada, pantalones blancos y medias moradas al equipo". Para sorpresa general, Alianza Lima se presentó con camisetas moradas al partido, jugado el 25 de setiembre de 1955. EI dirigente Alfonso de Souza Ferreira entendió que cambiar los calores blanquiazules era profanar la historia aliancista y desde la tribuna Ie gritó al Chino Pepe que se considerara despedido. Pero ya no había vuelta que darle, los íntimos jugaron de morado y le ganaron 1-0 al difícil rival. "Entonces Don Alfonso se calmó, comprendió los apuros que había tenido para vestir al equipo y me dijo que para la próxima vez le sacara la raya azul a las camisetas habituales y le pusiera la morada. EI trabajo me lo hizo un japonés en la Parada", recordó el Chino Pepe. EI siguiente domingo, 2 de octubre, Alianza Lima se presentó con camisetas blanquimoradas ante Ciclista Lima y empató 3-3 en otro reñido partido. La idea gustó, el equipo campeonó en esa temporada, y desde entonces los blanquiazules son blanquimorados durante los meses de octubre.











JUGANDO BIEN O JUGANDO MAL (cada día te quiero más)

Dime amigo, si Alianza no es esa alegría que te hace olvidar la vida, por noventa minutos. ¿Dime sino por qué tantas sonrisas se confundían con las banderas que adornaban la fría tarde de ayer? Incluso les alegró la vida a un grupo de alemanes que de tanto conocer el Perú, no podían irse sin conocer al más grande. O esos cuatro ecuatorianos de la barra de Emelec, que también quisieron conocer la fiesta y el empuje del Comando Svr, y saltaron y cantaron como uno más de esta hinchada, como si fueran unos peruanos que llevan teñido el corazón de azul y blanco. ¿Quién dice que las barras no pueden ser entes de integración sudamericana?
Alianza es tan grande que rebasa las fronteras, sino que lo digan ayer esos “extranjeros” que estuvieron en Svr. Esos mismos que desde el inicio vieron a un Alianza dispuesto a llegar a la punta.
Todas las líneas del equipo en un solo objetivo, el arco del Aurich. Sí, allí donde Delgado se haría enorme, para quitarnos el grito de gol en varias ocasiones. Pero felizmente no, en ese rebotear de cabeza, en ese ping pong hacia arriba y de tres toques que terminó en la cabeza de Solís, para gritar el único gol a los seis minutos del primer tiempo.
Es que todo se centraba en dos cosas fundamentales del fútbol. Destruir y crear. Jayo y compañía se dieron maña para frenar las pocas armadas que el “creador” chiclayano Candelo, podía generar. Y no sólo eso, sino que lo opacaron en todo sentido. Luego Quinteros y Montaño, sobre todo éste, habilitaron como nunca para que el primer tiempo termine en goleada. Pero no. Gonzáles Vigil y Velásquez, eran más ganas que contundencia.
De tanto no poder detener a los blanquiazules, los del Aurich se dedicaron a la pierna fuerte y con mala intención. Cevasco y Gómez, ya estaban con amarillas, por su juego brusco. Hasta que una falta de Machito, le hizo merecedor a la roja. Con diez hombres, el partido nos parecía fácil para la segunda mitad. No fue así.
Con la ventaja de un hombre, Alianza no supo liquidar el partido. En cambio el Aurich pudo manejar el partido a su favor, más aún cuando expulsan al paraguayo Gonzáles por agredir a Chiroque. Es que el trajinar del tiempo anterior, estaba pasando la factura. Igual, ni las ganas de los chiclayanos, ni los contragolpes de los blanquiazules, pudieron hacer que la emoción del gol se convirtiera en garganta.
Por allí escuché decir a un viejo hincha que habíamos ganado, pero el equipo había jugado muy mal. A lo que un joven hincha le replica: A mi ya no me importa si Alianza juega bien o mal; lo que me importa, a estas alturas, es que gane, sí o sí. Los que llenaron Matute ayer, y los que están desperdigados por todo el Perú y el mundo, creo que piensan como el joven hincha. Porque como fue el año pasado y la primera mitad de este 2009, ya lo único que importa es ganar, después que venga el juego bonito… pero como campeones en el 2010.
¡ARRIBA ALIANZA TODA LA VIDA!

El Hincha
Vna vez por semana, el hincha hvye de su casa y asiste al estadio.Flamean las banderas, svenan las matracas, los cohetes, los tambores, llveven las serpientes y el papel picado; la civdad desaparece, la rvtina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la vnica religión qve no tiene ateos exibe a svs divinidades. Avnqve el hincha pvede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lvgar donde pvede ver en carne y hveso a svs ángeles, batiéndose a dvelo contra los demonios de tvrno.Aqví, el hincha agita el pañvelo, traga saliva, glvp, traga veneno, se come la gorra, svsvrra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en vna ovación y salta como pvlga abrazando al desconocido qve grita el gol a sv lado. Mientras dvra la misa pagana, el hincha es mvchos. Con miles de devotos comparte la certeza de qve somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.Rara vez el hincha dice: «hoy jvega mi clvb». Más bien dice: «Hoy jvgamos nosotros». Bien sabe este jvgador nvmero doce que es él qvien sopla los vientos de fervor qve empvjan la pelota cvando ella se dverme, como bien saben los otros once jvgadores qve jvgar sin hinchada es como bailar sin mvsica.Cvando el partido conclvye, el hincha, qve no se ha movido de la tribvna, celebra sv victoria; qvé goleada les hicimos, qvé paliza les dimos, o llora sv derrota; otra vez nos estafaron, jvez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aqví y allá, algvnas hogveras de fvego fvgaz, mientras se van apagando las lvces y las voces. El estadio se qveda solo y también el hincha regresa a sv soledad, yo qve ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como vn miércoles de cenizas despvés de la mverte del carnaval.