miércoles, 14 de octubre de 2009


El Hincha
Vna vez por semana, el hincha hvye de su casa y asiste al estadio.Flamean las banderas, svenan las matracas, los cohetes, los tambores, llveven las serpientes y el papel picado; la civdad desaparece, la rvtina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la vnica religión qve no tiene ateos exibe a svs divinidades. Avnqve el hincha pvede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lvgar donde pvede ver en carne y hveso a svs ángeles, batiéndose a dvelo contra los demonios de tvrno.Aqví, el hincha agita el pañvelo, traga saliva, glvp, traga veneno, se come la gorra, svsvrra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en vna ovación y salta como pvlga abrazando al desconocido qve grita el gol a sv lado. Mientras dvra la misa pagana, el hincha es mvchos. Con miles de devotos comparte la certeza de qve somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.Rara vez el hincha dice: «hoy jvega mi clvb». Más bien dice: «Hoy jvgamos nosotros». Bien sabe este jvgador nvmero doce que es él qvien sopla los vientos de fervor qve empvjan la pelota cvando ella se dverme, como bien saben los otros once jvgadores qve jvgar sin hinchada es como bailar sin mvsica.Cvando el partido conclvye, el hincha, qve no se ha movido de la tribvna, celebra sv victoria; qvé goleada les hicimos, qvé paliza les dimos, o llora sv derrota; otra vez nos estafaron, jvez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aqví y allá, algvnas hogveras de fvego fvgaz, mientras se van apagando las lvces y las voces. El estadio se qveda solo y también el hincha regresa a sv soledad, yo qve ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como vn miércoles de cenizas despvés de la mverte del carnaval.

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